Sociedad
Continúa la muestra «Memoria des-bordada, Nunca más»

Es una muestra de bordados en pequeño formato integrada por 63 piezas. 40 de las cuales se exhiben en el museo ferroportuario.
Para su realización trabajaron 30 mujeres, bordadoras con más o menos experiencia, convocadas por el Colectivo de Tejedoras en enero de este año. Se les propuso trabajar temas vinculados a momentos vividos en la última dictadura para ser presentados el 24 de marzo de 2018, fecha en la que se realizaba el 6° Encuentro de Tejedoras. El proceso de selección de dibujos y bordar cada motivo fue muy movilizante en la palabra, en el recuerdo y en la puesta en común no sólo de las técnicas a emplear sino en la evocación de distintos episodios.
Las mujeres más jóvenes, por ejemplo, no sabían sobre los libros que se enterraban en los patios de las casas para protegerlos y para proteger a sus dueños; el conocimiento surgió de una anécdota que, a su vez, se transformó en dibujo y luego, puntada a puntada, las que no sabían fueron enterándose de todo el proceso del ‘entierro de libros’. También se habló sobre los libros infantiles prohibidos y las causas de la censura. Cada dibujo seleccionado fue motivo de largas conversaciones. La selección se hizo en internet, en libros de historietas y se eligieron obras de Quino, de Pablo Bernasconi, de Chelo Candia, de Diana Dovek y otros de autores desconocidos. Cuando no se encontraba lo que se quería bordar, se le pidió a Marcelo Gavilán quien interpretó acabadamente la idea que se quería expresar a través del bordado. También solicitamos dibujos a la artista plástica Cristina Morales, José Luis Tuñón y a Virginia Nahuelanca.
Se habló, mientras se bordada, del miedo, de la censura, de la persecución, de los operativos, de la represión, de los desaparecidos, especialmente de Comodoro Rivadavia y de Sarmiento. Tenían que estar presentes en el bordado… fueron los últimos motivos elegidos para bordar; al principio porque no sabían cómo, pero además, porque estaban obligabas a interactuar directamente con sus rostros. Y se hizo. Combinaron técnicas y, sobre todo, se metieron en sus historias. La presencia de Angélica Trigo –hermana de Raúl, secuestrado y desaparecido en Córdoba donde estudiaba- fue de lo más importante para el grupo ya que ella compartió toda su memoria, llevó los dibujos de Raúl y fotografías de la infancia y de su paso por el Colegio Perito Moreno; habló de la búsqueda incansable de su madre y de la esposa de su hermano. Lo ubicó entre las bordadoras y ellas sentieron su presencia a través de la palabra de su hermana.
Así surgió también la historia de Susana Jenkins de Sarmiento y de todo lo que aún hoy, hace su madre para tenerla presente. Las historia de Miguel Ricardo Chiernajowsky, de José Luis Rodríguez Diéguez, de Lidia del Carmen Soto, de Humberto Cordano López, de Julio Argentino Mussi y de Guillermo David Silveira, el muchacho de la paloma que conocieron gracias a un poema de Jorge Spíndola. Las de Rubén Horacio Gargaglione y de Carlos Alberto Juárez y se lamentaron porque no consiguieron fotos que les hablaran de ellos.
Las bordadoras que tuvieron en sus manos esa tarea tenían también un texto con lo poco que se sabía de ellos. Y ese ‘poco’ se multiplicó en las palabras porque todas, más o menos, tenían registro de sus vidas o de sus familias. O de otras historias como el caso del médico secuestrado de la guardia del hospital Regional, de la detención de León Gieco y la rapada que le dieron en la seccional primera de policía, de los detenidos en el Regimiento 8 y en la Prefectura. Se dieron por enteradas y se emocionaron con la presencia sutil de los desaparecidos a través de los bordados y de las historias que cada una de ellas vivió en aquel tiempo, en el caso de las bordadoras mayores.
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